
No sufras, se dijo. Pero fue imposible. Cuando quedó sola, lloró y lloró. Gritó desesperada. Golpeó su alma muy fuerte, tan fuerte que se le cortó la respiración. Miró a su alrededor. Confirmó que no había nadie. Apareció la furia. Y volvió a lastimarse. Luego, la tristeza de la desolación. Se rindió a los pies del dolor. Le suplicó, le imploró, sin embargo éste no se marchó. Fue ella quien lo hizo. Ahora todo está mejor.